Son las seis de la tarde y la reunión política del colectivo La Vega Tupac - Amaru está apunto de comenzar. Un viejo garaje decorado con propaganda bolivariana hace de cuartel general de este grupo armado al servicio de la revolución.
La reunión política comienza con un breve discurso de Armando en el que enaltece los logros de las políticas bolivarianas del presidente Chávez. Al cabo de un rato, y tras la intervención de varios miembros del colectivo, el transfondo de la reunión sale a la luz. La reunión política se convierte en una reunión militar en la que se determinan los planes de las diferentes células del colectivo para las próximas semanas.
Entre ellos, destacan sobre todo la presión, persecución y aniquilación de los enemigos que traicionan a la patria Bolivariana. «A esas ratas capitalistas contrarias a la revolución tenemos que darles plomo, son los traidores de la patria y hace tiempo que se vendieron a los imperialistas de Estados Unidos», asegura Armando.
Desde la llegada al poder del Movimiento Bolivariano, el presidente Chávez no ha dudado, para salvaguardar su seguridad y la de su revolución, en hacer uso de estos grupos paramilitares para sembrar el miedo y el terror en las principales ciudades del país. Solo en Caracas conviven más de una quincena de estos colectivos armados que se han convertido en el mejor adalid de los intereses del presidente y en el más mortífero verdugo de cualquier voz de la oposición.
Los cifras son demoledoras. Según la revista «Foreign Policy», Caracas, con algo más de tres millones de habitantes, tiene la mayor tasa anual de homicidios en el mundo: 130 por cada 100.000 habitantes, más que Ciudad del Cabo, Nueva Orleans y Moscú.
Al servicio de la Revolución
La Piedrita, Alexis Vive y los Tupac-Amaru -más conocidos como «Tupamaros»- son los colectivos más fuertes de Caracas. Sus cuarteles generales, además de albergar el brazo armado del «socialismo del siglo XXI» del presidente Chávez, se han convertido en plataformas de una caridad viciada que mantiene secuestrados a los olvidados de la pobreza extrema que abraza la capital venezolana.
En el corazón de sus territorios, la presencia de cualquier autoridad es prácticamente nula. La policía evita subir a los cerros y mucho menos inmiscuirse en los asuntos de los colectivos, ya que estos informan directamente al Palacio de Miraflores.
Además de su actividad paramilitar al servicio de la Revolución , estos grupos son una de las principales herramientas de propaganda de los valores de la nueva Venezuela. Entre sus filas, un mar de fervientes colaboradores devotos al comandante Chávez, y gracias a su apoyo económico incondicional, han logrado abrir lazos de colaboración con otros movimientos internacionales cercanos a la Revolución Bolivariana, entre los que ocupa un lugar muy destacado el grupo terrorista ETA.