-Todo indica que los colombianos debemos prepararnos para una larga y accidentada lidia política y diplomática con el eje Chávez-Farc. En efecto, las declaraciones del presidente Chávez al comienzo de su mandato y las más recientes de su canciller no han sido producto de la emotividad ni de la inexperiencia en el manejo del lenguaje diplomático. Detrás de esas expresiones públicas podría existir todo un cálculo político y un acuerdo estratégico de largo plazo.
El hoy senador colombiano Alfredo Rangel S. |
22 de agosto de 1999
05:00 am
Ya no hay dudas de que el presidente Chávez aspira a un prolongado mandato, de diez años o más, y es muy probable que lo logre por medio de una Asamblea Constitucional que manejará a su amaño. Así, de seguro, la presidencia de Chávez va a coincidir totalmente con las dilatadas negociaciones de paz que están empezando en Colombia y será un factor de interferencia permanente en este proceso.
Tanto las Farc como el Polo Patriótico que en Venezuela acaudilla Chávez comulgan con una ideología etérea que denominan bolivariana. A falta de otras pistas, se podría perfilar como la búsqueda de la integración política de los países andinos y caribes para conformar un fuerte polo regional que reivindique con fuerza una mayor autonomía ante el poder hegemónico de los Estados Unidos. Pero este propósito no se puede lograr sin antes sacar del juego a unas élites políticas tradicionales que son vistas como cipayas y corruptas, totalmente sometidas a los dictámenes del imperio. Esta sería la base de la alianza.
La coincidencia de los dos procesos políticos, la Asamblea Constituyente en Venezuela y las negociaciones de paz en Colombia, que muy seguramente van a redefinir las reglas del juego político en los dos países, sería vista, entonces, por el eje Chávez-Farc, como la gran oportunidad histórica para aunar esfuerzos y darle vigencia y actualidad a ese pensamiento bolivariano . En este contexto, el Estado y la sociedad colombiana tienen que asumir con realismo una cruda posibilidad: entre Chávez y las Farc existiría una alianza política de largo aliento.
No es, entonces, un asunto para rasgarse las vestiduras y exigirle al gobierno venezolano un juego más leal con el gobierno colombiano. Esto sería como pedirle que traicionara a su aliado para ganarse a cambio la amistad de los enemigos de clase que comparte con la guerrilla en territorio colombiano. No lo hará por más tratados y legislaciones internacionales que se le invoquen.
Hay que mirar de frente la realidad: en el curso de las negociaciones entre el gobierno colombiano y las Farc, el actual gobierno venezolano ha tomado partido en favor de la guerrilla colombiana. Por eso, desde ya, su participación en cualquier comisión internacional de verificación, de mediación o de intermediación, es objetable. Y por eso mismo, las relaciones diplomáticas entre los dos países no volverán a ser normales mientras Chávez esté en el poder y continúe el conflicto armado en Colombia. Días tormentosos le esperan a la diplomacia entre los dos países.
Por su parte, las Farc no pueden quejarse de su suerte histórica. Contra toda previsión, una vez colapsado el sistema socialista, cuando nadie imaginaba que pudieran tener un gobierno extranjero como aliado, aparece el gobierno bolivariano de Chávez para darles una mano en el terreno diplomático, justo cuando más lo necesitan: cuando se va a iniciar la fase definitiva de las negociaciones de paz con el Estado colombiano. Para la guerrilla será un inmenso logro obtener el reconocimiento diplomático del gobierno de un país que tanto representa para nuestra relaciones externas, en el momento preciso en que la guerra se escalará como nunca antes, porque lo que está sobre la mesa de negociación es el poder.
Y es un aliado con todo a su favor. Chávez tiene un importante margen de maniobra para hacer gala de altivez nacionalista frente a los americanos: la oposición interna está en desbandada, los precios del petróleo se duplicaron, tiene la inmensa mayoría de la población en su favor, Estados Unidos depende de manera crítica de su crudo. Además, su propósito de formar un bloque de países junto con Libia, Irak y Cuba no deja dudas sobre sus intenciones antigringas. Todas estas circunstancias no dejarán de tener un gran atractivo para las Farc.
Después de declararse neutral en el enfrentamiento entre la guerrilla y el Estado colombiano con el que mantiene relaciones diplomáticas, el gobierno venezolano ha anunciado su intención de dialogar y llegar a acuerdos con la guerrilla en torno a la seguridad en las fronteras. Desde años atrás la guerrilla buscaba infructuosamente firmar un pacto de no agresión con cualquiera de los países vecinos.
Si llegara a hacerlo con el gobierno de Chávez, sería el más grande logro diplomático de la guerrilla en toda su historia y afectaría de manera grave la normalidad de las relaciones entre los dos países. La alianza estratégica del eje Chávez-Farc habría dado entonces su primer golpe firme, y sería el inicio de un proceso de imprevisibles consecuencias desestabilizadoras para Colombia.