lunes, 18 de junio de 2012

HISTORIAS / LA OLA...

Por: Luis E. Gutiérrez Nieves
-¿Te lo tomas a mamaderita de gallo?, preguntó el aceriano.

-Ah, pero tú lo que estás es loco, eres un sádico, un desquiciado. No digas eso que trae pava, adujo su amigo internauta.

-¿Sabes? Me haces recordar -le dice aceriano al otro, aquel muy secular, lógico, cimentado en lo que cree su razonamiento irrebatible- a aquella grupera de seres humanos indolentes, acomodados, infatuados, amantes de los misales dominicales para "CUMPLIR" con DIOS y así acumular su cuota para obtener el pasaporte hacia el cielo, con la ya muy manoseada frase "yo no le hago mal a nadie".

Y le agregó: -Eres igual a los contemporáneos de la era de Noé, que se pervirtieron y llevaron a DIOS a desatar todas las fuentes de las aguas. No cayeron en cuenta de las advertencias del "loco aquel que estaba construyendo un 'tapaíto' gigante por órdenes del SEÑOR", hasta que la puerta del Arca la cerró DIOS y vino el diluvio y se los llevó a todos.

-Pero bueno, ¿vas a seguir con esa loquera? replica el otro. Pana, la lectura bíblica te tiene desquiciado. Anda a verte con un psiquiatra. Necesitas ayuda profesional. No va a pasar nada. ¡Qué visión ni qué visión nada! Tú lo que tienes es el cerebro volteao. Cómprate uno nuevo, que el disco duro se te malogró.

Lo cierto es que aquel siervo se desvelaba, oraba a DIOS, ayunaba y pedía por su familia, por sus hijos, nietos, por sus vecinos y amigos. ¡Claro!, también por aquellos que no le querían tanto (y vamos a ser sinceros, por los cuales tampoco sentía un afecto profundo, pero bueno...), obviando las razones para tales animadversiones, cumplir con el mandato dado por el bendito carpintero de Nazareth era imperioso, ya que DIOS no hace acepción de personas.

La visión de una ola monstruosa entrando en la ciudad primogénita y con las aguas corriendo con fuerza incalculable por calles y avenidas era una revelación que DIOS le mostró. Resultaba un cuadro dantesco y surrealista, pero... ¿cómo advertirles? ¿Cómo decirles? ¿Cómo remover de sus posaderas el pegamento que les une a su butaca de comodidad e indiferencia, de incredulidad, dónde sólo lo material copa sus corazones y sus vidas, sin que importe la suerte del prójimo y en más de un caso en particular, la suerte de hasta miembros de su misma familia?

Igual de angustiosa son las imágenes oníricas en un lugar lejano ahora a su actual sitio de residencia. De movimientos tortuosos de las aguas hacia la zona de Maiquetía, el aeropuerto nacional e internacional y particularmente la reiterada visión de verse colocado en un atardecer hacia la oscurana en un sector del Balneario de Catia La Mar, todo en el estado Vargas.

Allí la gente estaba en su habitual desmadre que incluía música a todo volumen, ingesta de alcohol a raudales y mujeres de variadas edades, mostrando las mondongueras y luciendo hilos dentales que en muchos casos exhibían las huellas de celulitis que ni tratamientos ni cremitas pudieron extirpar de sus engrosados cuerpos. Eso sin contar como es de suponer a las que tenían "con qué" económicamente hablando y optaron por hacerse una "reingeniería" córporea de los pies a la cabeza.

Más allá, grupos de personas tendidas en la arena, gente en el agua. Hombres, mujeres y niños se desperdigaban despreocupados y divertidos por esa franja litoral.

-Mira Henry, dice el aceriano, ví en esa visión una pared de agua que se acrecentaba a medida que se aproximaba desde el horizonte. Y a medida que minimizaba su distancia con respecto a la orilla de la playa, más grande se hacía. Yo les gritaba a los bañistas que vieran hacia el horizonte marino. Me desgañité para despertarles de su embotamiento fiestero y alcohólico, pero no me oían.

En medio de aquella visión, el relatante se dio cuenta que no era su cuerpo lo que estaba en aquel balneario, al cual solían llevarlo su papá y su mamá de niño, junto a su hermana menor. Estaba en el espíritu y no podía hacer más nada sino mirar.

De pronto, vio como algunos de los bañistas que estaban en la arena, se les aclaró la vista y apresurados, comenzaron a recoger sus pertenencias, a sus niños y comenzaban a correr hacia el área de estacionamientos, desesperados pensaban en buscar zonas altas como único medio para salvar sus vidas, antes que llegará a la costa lo que resultaría imparable e inminente... (continuará para la Gloria de DIOS).

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